OJOS DE OSCURIDAD
Aquel trágico día de
verano, el fuego nos recordó nuestro lugar en el mundo. Creíamos que podíamos
pararlo, que podíamos controlarlo, dominarlo y tomarlo como propio… pero la
naturaleza llegó aquí mucho antes de que los seres humanos existiéramos.
El humo negro teñía el
cielo azul que tanto queríamos, y el fuego consumía nuestros hogares, nuestros
colores, y todo lo que quedaba a su paso era una oscuridad infinita de ceniza y
muerte...
Pero nosotros no
tuvimos la culpa de aquel infierno, solo éramos unos niños que vivíamos
felizmente en el pequeño pueblo de Agared con nuestra familia, ¿qué culpa
teníamos nosotros de los errores de los adultos? La vida de mi querido hermano,
mi madre, mi padre, y todos en la aldea fueron arrebatadas ante mis ojos por
las implacables llamas… y yo no pude hacer nada para impedir esa tragedia.
Desde aquel entonces he
vivido solo en la montaña, intentando sobrevivir de alguna manera a todos los
peligros que el mundo me tiene preparado cada día. Sin embargo, llevo sobre mí
un recuerdo de aquel fatídico día, el humo se mezcló con mis lágrimas cargadas
de tristeza y las tiñó de un negro intenso que pigmentó mis ojos y me sumergió
en un mundo lleno de sombras de las que no puedo escapar ni siquiera durante el
día… desde entonces solo veo oscuridad.
He aprendido a convivir
con esta maldición totalmente solo, pues daba igual a donde fuera, los humanos
no hacían más que llamarme demonio y me maltrataban hasta echarme de las ciudades.
Y ni siquiera podía ver sus rostros. Solo podía ver sus siluetas sombrías y
recibir sus golpes con resignación. Por más que llorara, mi vida nunca volvería
a ser igual. Las únicas personas que me han amado están carbonizadas bajo las
ruinas de lo que fue Agared.
¿Acaso no fue
suficiente dolor el perder a todos mis seres queridos que ahora tengo que vivir
con estos ojos durante el resto de mi vida? No es justo, la naturaleza es muy
cruel a veces. Y los humanos también…
Desde mi pequeña cueva
puedo ver a lo lejos las siluetas de los turistas que vienen a la montaña en
busca de aventuras, sin embargo estoy solo. No puedo acercarme a ellos.
Hitomi:
Con estas frutas espero aguantar por lo menos 1 semana más. Por ahora creo que
iré a bañarme al río.
Cuando llegó al arroyo,
Hitomi esbozó una mueca de disgusto en su rostro mientras intentaba recordar el
color azul cristalino del agua.
Hitomi:
¿Cómo voy a bañarme en unas aguas que parecen petróleo?
Se quitó la ropa,
dejando su pequeño cuerpo a merced de los elementos y se lanzó de cabeza al
agua. Los peces, las rocas, el agua… todo era negro para él.
Por lo menos podía
sentir el frío sobre su cuerpo húmedo y la brisa dulce que lo acariciaba con
una sensación refrescante. Hitomi alzó la vista y miró a su alrededor una vez
más.
Hitomi:
Me pregunto si algún día podré acostumbrarme a este panorama…
Salió del agua empapado
y sacudió su cuerpo de un lado para otro para secarse más rápidamente. Acto
seguido recogió la ropa y la sumergió en las aguas del rio para lavarla y se
fue hacía su cueva completamente desnudo.
Mientras colgaba la
ropa en una de las ramas del árbol más cercano a la cueva, sintió una mirada
acosadora que acechaba desde las sombras. Pero todo el mundo era una sombra
para Hitomi, era imposible saber de dónde venía.
Hitomi:
¿Serán imaginaciones mías? No… estoy seguro de
que alguien me está mirando. ¿Un animal? Pero los animales de esta
montaña no se acercarían a un humano. ¿Tal vez… es un humano? No puede ser,
habría huido nada más ver mis ojos. Al fin y al cabo, soy un demonio para
ellos…
???:
¿Quién
eres? ¿Por qué vives aquí?
Esa voz confirmó sus
sospechas. Se trataba de un humano, por el tono de voz parecía un niño. Hitomi
respondió a esa voz con un tono de frustración y enfado.
Hitomi:
Maldición,
¿no tenéis suficiente con no dejarme vivir con vosotros en la ciudad sino que
ahora ni siquiera puedo vivir en la montaña? ¿Por qué sois tan crueles?
Entre lágrimas se fue
corriendo dejando atrás su ropa y toda la fruta que había recolectado. No le
importaban las consecuencias, lo único que quería era huir de ahí lo antes
posible.
???:
¡Espera! ¡Te olvidas tus cosas!
La voz del chico no
alcanzó a Hitomi, ya estaba demasiado lejos. – Vamos, Azumi, tenemos que llegar
a la cima o si no nos atrapará la noche.
Azumi:
Pero mamá, antes había un chico aquí.
-¿Un chico? ¿Cómo va a
sobrevivir un niño aquí solo? Anda, déjate de tonterías y vamos a la cima. Te
lo habrás imaginado.
Azumi:
Pero estoy seguro de que lo he visto…
Mientras tanto Hitomi
seguía corriendo por el bosque sin un rumbo fijo, sorteando los numerosos
árboles que poblaban la zona y saltando las rocas que habían por el camino.
Tras un largo rato
huyendo se paró e intentó reconocer el terreno. No sabía dónde estaba, nunca
había estado en esta zona de la montaña... no habían cuevas a la vista, apenas
se podía escuchar el sonido del agua, y para colmo estaba totalmente desnudo.
Hitomi:
Lo he perdido todo. Ya solo me queda esperar la muerte. Pronto iré a donde
vosotros estáis, papá, mamá, hermano…
Hitomi continuó
explorando la zona y encontró una estrecha cueva en la que a duras penas cabía.
Entró con la esperanza de que no fuera el hogar de algún animal salvaje y tuvo
suerte. Podría permanecer allí para pasar la noche.
Al caer la noche, la
estrecha entrada de la cueva canalizaba una corriente de aire frío que iba
directa hacía el cuerpo desnudo de Hitomi. Sentía como sus huesos se le helaban
y no paraba de tiritar. El frío de la noche en la montaña ya era duro aun con
la ropa, pero ahora se daba cuenta de lo importante que era.
Hitomi:
*Entre lágrimas* T-Tengo f-frío…
A la mañana siguiente
se despertó con un hormigueo por todo el cuerpo y cuando se miró vio que habían
muchas hormigas y arañas paseándose por su cuerpo como si fuera miel y salió
corriendo de la cueva.
Hitomi:
¡UAAAH! ¡Fuera de aquí, fuera de aquí! *Revisando todas las partes de su
cuerpo* Creo que ya me las he quitado todas…
espero que no se hayan comido parte de mi cuerpo mientras dormía, parece
que estoy entero…
Hitomi miró a su
alrededor pensando que haría a continuación. Desnudo, sin comida, sin agua, las
perspectivas no eran buenas. Volver a su antigua cueva quedaba descartado,
seguro que aquel chico había dado la voz de alarma y los de la ciudad estarían
buscando al “hijo del demonio” para echarlo de aquí o incluso para matarlo.
Hitomi:
*Pensando* Así no puedo trepar los árboles,
podría hacerme heridas en la piel con la corteza, creo que lo mejor será buscar
el rio y si tengo suerte encontraré alguna cueva cercana. Las hojas son muy
pequeñas para servirme de ropa, creo que tendré que acostumbrarme a ir desnudo
*suspiro*
Azumi:
¡H-Hola!
Hitomi miró de donde
procedía la voz y vio la silueta del otro día. Intentó correr de nuevo pero
esta vez Azumi lo agarró del brazo y no le dejó escapar.
Hitomi:
*Forcejeando* ¡Suéltame, suéltame! ¡No he hecho nada malo, déjame ir!
Azumi:
¿Por qué huyes? No pienso hacerte nada. Me llamo Azumi, te vi el otro día
mientras te bañabas en el rio y te seguí hasta aquella cueva, pero saliste
huyendo antes de que pudiera decir nada.
Hitomi:
¡Mentira! Todos vosotros sois iguales, me rechazáis por ser diferente. ¡Yo no
pedí esto! ¡Esta maldición no es culpa mía!
Azumi:
A decir verdad, creo que tus ojos son muy bonitos.
Hitomi quedó impactado
por la respuesta durante unos segundos pero inmediatamente continuó forcejando,
esta vez con más fuerza y rabia.
Hitomi:
¡No te rías de mí! ¿Quién querría estos ojos? ¡Suéltame!
Azumi tiró fuerte del
brazo de Hitomi y encaró su cuerpo hacía el suyo, agarrándolo fuertemente por
los hombros, quedando sus caras a escasos centímetros la una de la otra.
Azumi:
Lo digo en serio, se parecen a los que tiene mi mascota. Una golondrina que se
cayó del nido y la recogí. Tiene unos ojos igual de preciosos que los tuyos.
Hitomi podía sentir las
pulsaciones del corazón de Azumi, claramente aceleradas por el esfuerzo físico
de retener a Hitomi y la respiración agitada de Azumi que golpeaba suavemente
su rostro cada vez que articulaba una palabra. Hitomi no podía ver sinceridad
en los ojos de Azumi, ni siquiera podía verle la cara. Lo único que veía era
una sombra que le hablaba.
Hitomi:
*Entre lágrimas* ¿No te parezco un monstruo? ¿No has avisado a los demás de la
ciudad para que vengan a echarme? Solo eres una sombra más de cuantas he
conocido, y todas me han acabado hiriendo de alguna manera u otra. Pensé que en
la montaña podría vivir tranquilo al fin pero parece que me equivocaba…
Azumi esbozó una mueca
de disgusto en su rostro y acercó su rostro aún más cerca del suyo hasta que
sus labios se encontraron y se juntaron, culminando en un dulce beso que
sorprendió a Hitomi, quien nunca antes había experimentado algo así.
Azumi:
No soy una sombra más, soy la única sombra que quiere protegerte.
Por primera vez desde
el incendio, a Hitomi le pareció ver una pequeña luz que brillaba como el Sol y
que transmitía su misma calidez.
Azumi:
Ven, te llevaré a donde está tu ropa, no te preocupes, no le he contado a nadie
que vives aquí.
Cuando llegaron, Hitomi
recogió su ropa y se vistió. Estaba algo húmeda por el rocío de la mañana y el
frío de la noche pero era más cálido y agradable que andar sin nada. Tras aquel
repentino beso, estaba más relajado, más tranquilo, y decidió entrar a la cueva
para conversar con Azumi.
Azumi:
¿Y bien? Aun no me has dicho cómo te llamas…
Hitomi:
Soy Hitomi, del pueblo de Agared.
Azumi:
¿Agared? Mis padres dijeron que se había incen-
Azumi se detuvo en
seco. Vio la expresión de tristeza en la cara de Hitomi y decidió cambiar de
tema.
Hitomi:
¿Por qué paras? Parece que haya pasado una eternidad desde la última vez que
hablé con otro humano que me resulta hasta extraño…
Azumi:
Ah no, es que creía que te incomodaba estar hablando conmigo. Yo soy Azumi, de
la ciudad de Sirane.
Hitomi:
*Frunce el ceño pensativo* Sirane, Sirane… ah sí, ¿es la que está al otro lado
de la montaña?
Azumi:
¡Sí, esa es! ¿Alguna vez has estado allí?
Hitomi:
Solo una vez, cuando fui con mi familia a comprar semillas de trigo para
nuestros campos.
Azumi:
Te he estado observando desde hace un tiempo. He escuchado lo que la gente
piensa de ti y creo que se equivocan. No eres malo, en realidad creo que estas
sufriendo…
Hitomi abrió los ojos y
lo miró sorprendido… era la única persona que se había parado a pensar cómo se
sentía, la única que no le había insultado ni pegado al ver sus ojos negros…
sin duda alguna, Azumi era alguien singular…
Hitomi:
*Con los ojos llorosos y sonriendo* Así que te has dado cuenta… que alegría.
¿Está bien si te abrazo?
Azumi asintió con la
cabeza y una gran sonrisa y Hitomi se lanzó entre sus brazos, apoyó la cabeza
en su pecho y lloro hasta desahogarse.
Hitomi:
*Secándose las lágrimas* Gracias… por hablar conmigo. Y por no salir corriendo
al verme. Si no me hubieras detenido antes, tal vez no habría tenido
oportunidad de conocerte.
Azumi:
*Sonriendo* Eso no es cierto, incluso aunque hubieras escapado de nuevo, yo
habría seguido buscándote una y otra vez hasta encontrarte.
Hitomi volvió a sentir
ese ligero atisbo de luz en la figura de Azumi, una luz cálida y reconfortante,
casi parecía como si pudiera distinguir los ojos de Azumi entre aquel mundo de
oscuridad.
Hitomi:
Solo por un instante, he visto algo más que sombras… quizás algún día pueda
librarme de esta maldición…
Azumi:
Estoy seguro que sí. Hasta entonces yo vendré cada día a visitarte. No te
muevas de aquí ¿vale? No quiero tener que correr detrás tuyo otra vez *se ríe*
Azumi siguió viniendo
todos los días tal y como había prometido y poco a poco Hitomi se acostumbró a
la dulce voz del chico, una voz cálida y reconfortante, como la luz del Sol.
Azumi:
¿No crees que sería mejor si vamos a la ciudad y les explicamos a todos que no
eres un demonio? Creo que mereces una vida digna como todos. Venga, iremos los
dos juntos. Confía en mí.
Hitomi creyó en las
palabras de Azumi, quien se convirtió en su único amigo desde aquel trágico
día. Quería creer en un futuro a su lado, en la ciudad.
Pero cuando llegaron a
la ciudad el odio inundó las calles y las piedras comenzaron a volar hacía la
cabeza de Hitomi.
Azumi:
¡Mamá, escúchame! ¡Tienes que decirles que paren, Hitomi no es un monstruo!
Madre:
Azumi… no sabes lo que dices. Te ha poseído con esos ojos de oscuridad. Suelta
su mano y ven ahora mismo aquí, avisaremos al reverendo para que elimine la
maldición que te ha lanzado ese demonio. Vamos.
Azumi:
*Con una cara de frustración y pena* Hitomi tiene razón… sois todos iguales. Os
negáis a escuchar y entender, y no os importa hacer daño a los demás para
conseguirlo. Los únicos demonios que hay aquí sois vosotros. Me niego a vivir
en un mundo así.
Azumi abrazó
fuertemente a Hitomi para recibir los impactos de las piedras que le estaban
lanzando. Varias impactaron en su cabeza dejándolo inconsciente. Hitomi empezó
a sentir como las pulsaciones de Azumi se iban haciendo cada vez más leves e
hizo todo lo posible para ayudarlo.
Hitomi:
Sabía que era una mala idea… eres mi único amigo en este mundo cruel. No voy a
permitir que te maten por mi culpa. Me salvaste una vez, y ahora es mi turno de
devolverte el favor.
Hitomi agarró como pudo
el cuerpo inmóvil de Azumi, lo cargó a su pequeña espalda, e intentó correr lo
más rápido que pudo hacia la montaña mientras cientos de sombras enfurecidas le
perseguían con insultos y amenazas. Estaba realmente cansado, su pequeño cuerpo
no podía cargar con el cuerpo de Azumi y notaba como poco a poco le abandonaban
las fuerzas. Hitomi había conseguido llegar hasta el puente sobre la gran
cascada y se le ocurrió una idea.
Dejó el cuerpo inconsciente
de Azumi en el suelo y le acarició la cara con dulzura. Entre lágrimas pero con
una sonrisa de felicidad dijo:
Hitomi:
Gracias por ser mi amigo, te lo agradezco de verdad. Te quiero mucho por todo
lo que has hecho por mi hasta ahora, Azumi. Pero por eso mismo no puedo dejar
que vivas el mismo destino que yo, mereces una vida mejor. Quiero que tengas la
vida que yo no pude tener, así que tendrás que ser feliz por los dos.
Las sombras de los
aldeanos enfurecidos estaban llegando al puente y Hitomi decidió saltar a la
cascada dejando atrás a su único amigo. Justo antes de saltar le dio nuevamente
las gracias a Azumi por todo lo que había hecho y se despidió de él entre
lágrimas.
Hitomi:
Adiós mi querido amigo, Azumi.
Hitomi saltó al vacío pero
un segundo antes Azumi lo agarró de la mano y saltó con él.
Hitomi:
*Sorprendido* ¿Pero qué has hecho Azumi? ¡Tenías que ser feliz! ¡Podrías haber
tenido la vida que yo no pude tener!
Azumi:
*Enfadado le da una bofetada* ¡¿Eres tonto?! ¡¿Cómo podría ser feliz si tú no
estás conmigo?! Eres muy egoísta, Hitomi.
Azumi besó en el aire a
Hitomi mientras caían al vacío aguardando su inevitable final.
Azumi:
Te quiero, Hitomi.
Hitomi no pudo
contestarle. Simplemente se limitó a dejar que la lengua de Azumi jugara con la
suya una última vez antes del impacto final. Tras unos eternos segundos de
caída, llegó el impacto contra el agua.
…
…
…
Azumi:
*Tosiendo* Estamos vivos… ¡Hitomi! ¡¿Dónde estás?!
Debieron separarse tras
la caída … Azumi solo pensaba en encontrar a Hitomi, no pensaba en el agua que
aun anegaba sus pulmones. De pronto vio el cuerpo desnudo de Hitomi en la otra
orilla del río y Azumi atravesó la fuerza de la corriente como si nada para
llegar a donde estaba él.
Azumi puso la oreja en
el pecho de Hitomi y notó un débil latido. Azumi hizo el boca a boca como le
enseñaron en la escuela hasta que Hitomi reaccionó tosiendo y escupiendo el
agua que había tragado.
Hitomi abrió los ojos y
pudo ver la sombra familiar de Azumi, y a pesar de que no podía ver su
expresión, escuchó el sonido de unas lágrimas caer al suelo.
Azumi:
No vuelvas a darme un susto como este, tonto.
Hitomi:
*Abrazando el cuerpo de Hitomi* Lo siento, no era mi intención. Vaya, estás desnudo.
Azumi:
*Riendo* ¿Eso es lo único que se te ocurre decir en un momento como este? Pues
me alegra saber que no soy el único.
Hitomi se tocó y notó
que también había perdido sus ropas por el impacto. Por alguna razón, esta
situación le recordaba al momento en que se conocieron por primera vez. Él
estaba desnudo y Azumi había venido a buscarle porque estaba preocupado por él.
Azumi ayudó a
levantarse a Hitomi y se dirigieron hacía una colina cercana desde donde se
veía a un lado toda la civilización, y al otro toda la naturaleza. Cuando
llegaron a la parte más alta Hitomi empezó a llorar.
Hitomi:
¿Por qué tengo que cargar con estos ojos durante el resto de mi vida? No es
justo…
Azumi:
Ya te dije la primera vez que nos conocimos que me encantaban tus ojos.
Hitomi:
*Llorando aún más* ¡Pero no es justo que yo no pueda ver los tuyos! Solo veo
una sombra… como todas las demás… no es justo que la persona que más me importa
sea una simple sombra…
Azumi:
¿Una simple sombra? No… te equivocas. No soy una simple sombra. Soy la única sombra
que quiere protegerte. Soy la única sombra que te quiere de verdad. Aunque no
puedas ver luz, yo siempre estaré a tu lado. Siempre seré tu única sombra.
Hitomi:
*Entre lágrimas pero con una sonrisa* Lo sabía… no eran imaginaciones mías.
Azumi… realmente eres demasiado brillante. Contigo veo la luz que tanto ansiaba
ver. Tienes razón, tú no eres una sombra más. Eres la única sombra que ilumina
mis ojos de oscuridad. No me importa si no puedo ver luz. Si estoy contigo, no
me importa cargar con esta maldición.
Hitomi y Azumi se abrazaron
y se dieron un apasionado beso en lo alto de la colina.
Aggggggggggggggggggg que bonito, me ha encantadooooooo. Son tan adorables y monosos que podría morir de amor *_*
ResponderEliminarPensé que ibas a matarlos xDDD me alegro de que estén juntitos e Hitomi no vuelva a estar solo.
Jajajaja en un principio iba a matarlos, pero luego pensé que quedaría muy dramático y lo cambié xDD
EliminarOh, qué dulce y adorable...es como una tarta de gominolas de las que venden por ahí. No ha estado nada mal, pero estaría bien que la próxima vez hubiera menos azúcar y más pimienta...if you know what I mean.
ResponderEliminarI know I know. No me sale muy bien cuando añado pimienta, pero lo intentaré e_e
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