CAPÍTULO VIII-LA GUERRA DE WINDFAIR: PRIMERA PARTE
El sonido estridente de la campana
resonó por las colinas de todo Windfair y los vientos llevaron el sonido a
todos los rincones del mundo. Los ositos de gominola y los unicornios alzaron
la vista al cielo desde sus casas y los guerreros de ambos bandos se prepararon
para partir.
Por supuesto el sonido alcanzó
también la tierra de las pingüinas yandere, que respondieron emitiendo un
graznido desde la montaña más alta y en el interior de la cueva de Koori, donde
el eco retumbó entre las paredes de piedra y el sonido se elevó hacia la
superficie y como si de un volcán se tratase, el sonido perforó el techo y se
expandió por todo Windfair.
Los gritos de guerra se encontraron
en el inmenso cielo y las vibraciones crearon nubes sónicas que oscurecieron el
cielo azul lo convirtieron en el escenario más tétrico imaginable, adecuado
para la batalla que se avecinaba.
La Reina Syria llegó rauda y veloz
a la ciudad de los unicornios y se dirigió al campo de entrenamiento de los
unicornios, donde todos los unicornios guerreros aguardaban la llegada de su
Reina para que los guiase hacía la batalla.
Una vez allí la Reina Syria se
apostó en la zona más alta y se dirigió a sus guerreros con un mensaje lleno de
coraje y valor para incrementar la moral de sus tropas.
"Sé que muchos habéis sufrido
por la locura de las pingüinas yandere, habéis perdido seres queridos y
compañeros en el campo de batalla. Sin embargo no debemos permitir que la
venganza nuble nuestros sentidos. En la batalla, los sentimientos negativos
como el odio y la venganza no tienen cabida, pues cuando luchamos la
concentración debe estar totalmente centrada en el enemigo que tenemos delante.
Si luchamos en dos frentes, contra el
enemigo y contra nosotros mismos, la derrota está asegurada. Pero si tenemos
claro nuestro objetivo y combatimos con todas nuestras fuerzas por él, ni 1
millón de guerreros podrán hacernos frente. ¡¡POR LA PAZ DE WINDFAIR!!"
Todos los unicornios aclamaron a su
Reina y respondieron con un fuerte grito de guerra mientras se congregaban a
las puertas de la ciudad para partir hacia el territorio enemigo.
Mientras tanto los ositos de
gominola estaban avanzando hacía el punto de reunión acordado en la asamblea, a
diferencia de los unicornios que podían recorrer grandes distancias en el
llano, los ositos de gominola llevaban un ritmo más lento pero constante a
través de las montañas. Las babosas albinas del bosque de los dulces permitían
escalar cualquier superficie rocosa con una facilidad asombrosa, lo que
convertía a los ositos en unos maestros a la hora de tender emboscadas.
El jefe de la aldea, a pesar de ser
el más anciano de todos los ositos tenía un gran espíritu capaz de elevar la
moral de todos los ositos que luchaban a su lado y infundir temor a sus
enemigos.
Solo con su mirada bastaba para que
los ositos estuvieran decididos a recuperar la ansiada paz en Windfair. Y por
si fuera poco contarían con la ayuda de un aliado imbatible en el llano, los
unicornios.
Los dos ejércitos llegaron a la
frontera que limitaba su tierra con la de la nación de las pingüinas. El primer
paso sería decisivo, por lo que el jefe de los ositos de gominola y la reina de
los unicornios decidieron hacerlo juntos, con la mirada fija hacía la montaña
que se alzaba imponente sobre la cueva de Koori, donde las pingüinas retenían a
los pingüinos esclavizados.
Tras el primer paso el resto de las
tropas empezaron a avanzar por aquella tierra hostil llena de peligrosas
enemigas que destacaban por su ferocidad y crueldad en batalla. Los ositos de
gominola tomaron el sendero montañoso mientras que los unicornios tomaron el
camino llano. Para fortalecer las defensas de ambos ejércitos, uno de los
escuadrones de los ositos de gominola acompañaba a los unicornios y otro de los
unicornios marchaba con los ositos.
Ambos ejércitos tenían objetivos
concretos antes de lanzar el gran asalto a la cueva de Koori. La reina Syria
llegó al primero de ellos: la fábrica de piedras canalizadoras.
En la fábrica mezclaban las piedras
con la nieve para crear un cristal que ayudara a proyectar con más fuerza las
radiaciones de la luna esmeralda sobre los pingüinos y así acelerar su
crecimiento y su capacidad de reproducción. Syria sabía que si acababa con la
fábrica de piedras, empezaría una guerra de desgaste contra las pingüinas que
acabaría conduciendo a la alianza de los ositos de gominola y unicornios a la
victoria.
Con el relinche de los unicornios
empezó el asedio. Las pingüinas yanderes sabían que vendrían a por su fábrica y
tenían preparado un buen ejército de tropas atrincherado en la zona. Pero los
unicornios no titubearon ni un segundo y se lanzaron contra ellas con una
fuerza abrumadora.
El primer grupo de carga que allanó
el camino para el resto fue diezmado con suma rapidez, los abrazos de las
pingüinas yandere se cobraron la vida de los más valientes guerreros
unicornios, sin embargo, su sacrificio no fue en vano. El resto de tropas
consiguieron penetrar la primera línea de defensa y aplastar a las pingüinas
yanderes que habían asesinado a sus compañeros.
La reina Syria llamó a Alba para
que la ayudara en el segundo asalto. ¡Alba! -Dijo mientras movía la cabeza a
ambos lados buscando a la chica.
Syria: Ah, que bien que has podido atravesar la primera línea. Como
ves, estamos enfrentando una guerra en varios frentes y no podemos dividir
tanto las tropas o unos refuerzos de las pingüinas yandere podrían hacernos
trizas. Necesito que uses los poderes que te otorgó Elyra.
Alba no dudó ni un instante y
convocó a los elementos de Seediria. Alba, que cabalgaba a lomos de uno de sus
compañeros unicornio, alzó la vista al frente para contemplar el terrible
paisaje. Decidida a salvar las vidas de sus compañeros lanzó un grito de guerra
y la reina Syria y sus 3 escuadrones siguieron a Alba.
Mientras cabalgaba a gran
velocidad, Alba alzaba las manos y dirigía las fuerzas elementales de Windfair
hacía las pingüinas yandere. El fuego abrasador descongeló la nieve y aturdió
los sentidos de las pingüinas el tiempo suficiente para que los unicornios que
estaban luchando ganaran en sus respectivos frentes y relincharan de alegría
por la victoria.
La reina Syria se adelantó al
siguiente frente mientras Alba terminaba con las últimas pingüinas de esa zona.
El distrito este estaba asegurado, los unicornios supervivientes se
atrincheraron en el distrito para avisar de un posible segundo ataque y Alba se
dirigió hacía el distrito norte donde la reina Syria estaba combatiendo.
Cuando llegó allí lo único que vio
fue a la majestuosa reina Syria y a sus fieles unicornios escolta encima de una
montaña de cadáveres de pingüinas yanderes derrotadas. La armadura de la reina
resplandecía como el mismisimo Sol y la luz se reflejó en las piedras de la
fábrica permitiendo que alcanzase el distrito oeste, infundiendo valor a los
unicornios que allí luchaban.
Guiados por la luz de su reina, los
guerreros del distrito oeste lanzaron una última carga y derribaron a las
pingüinas que quedaban, dando una victoria aplastante al ejercito de los
unicornios.
Syria: Alba, necesito pedirte un último favor. Quiero que uses tus
poderes para destruir estas máquinas que las pingüinas usan para refinar las
piedras.
Alba concentró sus poderes y llamó
al espíritu de la tierra, el cual provocó un terremoto que abrió una fisura y
todas las piedras que estaban a punto de ser entregadas en la cueva de Koori se
perdieron en las profundidades.
Alba: Con esto estamos un paso más cerca de nuestra victoria.
Syria: Así es... le deseo lo mejor a los ositos de gominola. Espero
que ellos tengan la misma suerte que nosotros. Por ahora, toca contabilizar las
bajas. Desgraciadamente esta victoria no nos ha salido barata...
Los ositos de gominola avanzaban
sigilosos por las montañas que rodeaban la nación de las pingüinas yanderes y
lentamente se acercaban a su objetivo: el nido colgante.
El nido colgante antaño era un
lugar precioso, cubierto un manto blanco de nieve a donde las pingüinas
yanderes llevaban los huevos y esperaban hasta que eclosionaran. El motivo de
que el nacimiento se llevara a cabo en aquel lugar tan alto era para que lo
primero que vieran los pingüinos al nacer fuese la hermosa tierra que les
rodeaba, así como todo el mundo de Windfair en el que iban a vivir.
La visión sobrecogedora del mundo
se quedaba grabada a fuego en sus jóvenes mentes y desde bien pequeños
aprendían el significado del amor. Amor por todas las formas de vida de
Windfair.
Sin embargo... desde aquel trágico
día los pingüinos que nacen en el nido colgante lo único que ven es un mundo
devastado por la guerra y ahora desde pequeños aprendían el significado del
odio.
El deber de los ositos de gominola
era detener este ciclo de la vida corrupto que estaba condenando a nuevas
generaciones de pingüinos y pingüinas a una vida llena de dolor y sufrimiento.
El jefe de la aldea, utilizó sus
prismáticos de gominola para observar los movimientos de las pingüinas. Tal y
como pensaba, no iba a ser fácil invadir el nido colgante por la fuerte
presencia de pingüinas yandere en la zona.
General Kuma: Javi, quiero que dirijas un primer ataque desde las
montañas. Yo y unos pocos de mis guerreros cabalgaremos con los unicornios en
un ataque frontal mientras tú los flanqueas desde las montañas.
General Gomi: Nosotros apoyaremos con flechas de gominola desde la
retaguardia al equipo del general Kuma. Contamos contigo Javi.
Javi asintió con la cabeza y ordenó
a los demas escuadrones de ositos que le siguieran sigilosamente. El jefe de la aldea participaría con el general
Kuma en el ataque frontal debido a su experiencia en el combate.
Javi consiguió utilizar una capa de
invisibilidad para posicionar a sus tropas sin ser vistos. Esta capa se había
preparado con zumo de colores y un poco de azucar, que mezclados resultaban en
una gelatina transparente que podía ocultar la presencia de los ositos.
Cuando las pingüinas escucharon el
trote de los unicornios y el grito de guerra
del jefe de la aldea se concentraron en la entrada principal del nido
colgante para repeler el asalto. Ese momento fue el perfecto para que Javi y
sus guerreros atacaran.
Los ositos de gominola empezaron a
lanzar cubos de zumo de limón, el zumo más pegajoso que podían producir los
ositos y las pingüinas a penas tuvieron oportunidad de reaccionar. Quedaron
atrapadas por el zumo de limón y el asalto frontal fue un éxito rotundo. Sin
embargo, al jefe de la aldea le pareció raro lo rápido que terminó la batalla
así que ordenó a sus soldados no bajar la guardia.
Mientras avanzaban por el nido
colgante fueron rescatando los huevos que aun no habían eclosionado. El jefe de
la aldea ordenó que todos los huevos se pusieran en una en una de las cabañas
que tenían vistas al mar Iruka, para que los nuevos pingüinos pudieran aprender
el significado del amor y así las nuevas generaciones se salvarían cuando toda
la guerra terminase.
Javi: ¿Habéis oído eso?
General Kuma: Sí... ¡EMBOSCADA!
General Gomi: Tal y como sospechó el jefe de la aldea, ¡estamos
completamente rodeados!
A pesar de que muchos de los ositos
pensaron que era su fin, Javi tuvo la idea de crear una muralla de zumo para
protegerse de las pingüinas. Rápidamente ordenó a todos los ositos de gominola
que se pusieran a orinar para ralentizar el movimiento de las pingüinas durante
un tiempo.
Gracias al zumo de los ositos
consiguieron algo de tiempo, y las flechas de gominola eliminaron a unas
cuantas de las pingüinas yandere pero no podían frenarlas a todas. Tras varios
minutos agónicos, los ositos empezaron a enzarzarse en una batalla con espada,
pero los abrazos de las pingüinas yandere eran demasiado poderosos y los ositos
estaban sufriendo muchas bajas.
Parecía el final para Javi y el
resto de los ositos guerreros. Las pingüinas yanderen avanzaban lentamente asesinando a todos los ositos de
gominola y era solo cuestión de tiempo que los aniquilaran a todos. Pero cuando
todo parecía perdido, ocurrió algo increíble...
Los huevos empezaron a eclosionar
en aquel instante y lo primero que vieron al nacer fue el inmenso mar Iruka gracias a la decisión del jefe de la aldea de
ponerlos en aquella cabaña. Sobrecogidos por aquella visión, los bebés pingüino
empezaron a deslizarse por la nieve y comenzaron a abrazar a sus madres.
El amor de los polluelos recién
nacidos hizo recobrar a las pingüinas yanderes la cordura y cayeron inconscientes
por el shock. Los bebés pingüino harían compañía a sus madres hasta que
despertasen. Gracias a ellos, los ositos de gominola se habían salvado por los
pelos. No obstante, las bajas habían sido considerables...
Los ositos de gominola dejaron un
poco de azúcar a los pingüinos para que se alimentasen, como forma de
agradecimiento por haberles salvado la vida.
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